
Sin embargo, no está al alcance de todos visitar un museo virtual en tres dimensiones, conocer los últimos informes de la UNESCO sobre proyectos culturales, acceder a la comunicación e interacción obviando los obstáculos geográficos, o bien, disfrutar de videoconferencias, prácticas de e-learnning, comercio electrónico, etc. En la actualidad el 20 % de población mundial más rica acapara el 93 % de los accesos a Internet. Contrariamente, el 20 % más pobre apenas tiene el 0,2 % de las líneas de conexión. Dentro de cada país existen enormes diferencias de acceso a la información digital, en función de las diferencias por renta, edad, sexo, idioma o formación (Kellerman, 2000). Los problemas de acceso se relacionan, principalmente, con los costes de los equipamientos informáticos, al nivel de renta y a los costes de las telecomunicaciones. Uno de los argumentos habituales que intentan explicar la ventaja de la sociedad norteamericana sobre la europea en la era de la información digital, es la existencia de una tarifa plana muy baja en las llamadas locales, lo que provoca que el coste de conexión a Internet sea casi inexistente. Investigadores como Grimes (2000) o Richardson e Gillespie (2000) creen que los espacios rurales están marginados en la Sociedad de la Información debido a la falta de infraestructuras y formación en telecomunicaciones, creando una desigualdad manifiesta de oportunidades con los espacios urbanos. Podemos hablar por tanto de espacios y comunidades enganchados y desenganchados en la Sociedad de la Información.
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